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La enseñanza de la lengua y la literatura en la ESO (I). Un profesor con doble personalidad


Pienso que la nuestra, profesores de Lengua y Literatura, es una labor cuanto menos curiosa, pues debemos ocuparnos de dos áreas que, aunque estén tan íntimamente relacionadas, cada vez me producen más contrariedad: lengua y literatura.



Tradicionalmente han ido de la mano y así lo tenemos todos asumido; lengua y literatura se convierte de esta manera en una colocación léxica: pronuncias lengua y de inmediato te sugiere pronunciar literatura, como si fuesen dos constituyentes imprescindibles de un todo.  

La concurrencia de estas dos disciplinas viene de antiguo, cuando enseñar la lengua era enseñar la que escribían los autores clásicos y el buen hablar y el buen escribir se identificaban con la autoridad otorgada a los grandes autores. Hoy los estudios lingüísticos se ocupan del lenguaje común más que del literario, de la función comunicativa del lenguaje más que de la estética. Algunos compañeros de máster han manifestado que estas disciplinas se han enseñado juntas pero en compartimentos estancos y que se debería hacer hincapié en los aspectos lingüísticos de la literatura. Esa es una parte de la filología: estudiar la lengua a través de los textos literarios, por cierto, a pesar de lo que pueda parecer, no demasiado practicada hoy —el profesor Francisco Abad Nebot, de cuyas enseñanzas tuve el gusto de disfrutar en la UNED, es un ferviente defensor de esta orientación de los estudios filológicos—. 

Yo, sin embargo, a veces me pregunto por qué lengua y literatura tienen que  ir siempre de la mano. Me explico: me surge la osada pregunta de ¿por qué el profesor de lengua tiene que ser el de literatura también? Los estudios lingüísticos han evolucionado mucho desde la segunda mitad del siglo xx, distanciándose cada vez más de los estudios clásicos filológicos. La gramática ha abandonado los viejos textos para ocuparse de la lengua viva. Por otra parte, aunque sea evidente que la literatura se construye con el lenguaje, lo cierto es que lo hace con una utilización muy específica de este, con sus propios códigos y reglas. A veces me inclino por la opinión de que, aunque los profesores de lengua somos los más preparados en literatura, tal vez sería conveniente que ambas disciplinas conformasen asignaturas diferentes: por un lado Lengua, enfocada más a los aspectos sociocomunicativos y por otro Literatura, incluida en un área más amplia que abarcase todas las manifestaciones artísticas y culturales y la relacionase con ellas. Pero… ¡cómo renunciar a una parte de lo que uno tanto ha estudiado y disfrutado, que tantas emociones le produce y tantas ganas tiene de compartir?

Por todo esto decía lo de que nuestra labor es cuanto menos curiosa; nos veo como personas con una especie de doble personalidad: de un lado, buscamos la exactitud matemática de la sintaxis, la ciencia experimental de la fonética, la lógica de la semántica formal… y, por otro, la libertad de la creación literaria, la musicalidad de la poesía, el divertimento del juego de palabras, la sensibilidad para el arte. 

Los profesores somos afortunados, porque debemos abarcar y dominar una amplia gama de conocimientos, aptitudes y destrezas si queremos enseñar Lengua y Literatura. 



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