Sin duda hay una relación entre las lenguas y literaturas españolas no correspondida en su enseñanza. La política lingüística y educativa ha propiciado una fragmentación que ha desembocado en el hecho de que lenguas en contacto — cuando no en convivencia— y sus literaturas terminen por ser desconocidas unas para otras. Los planes educativos deberían atender la pluralidad lingüística y literaria española de una manera más eficaz y verdaderamente vertebradora.
Imagen: Promotora Española de Lingüística |
El currículo está diseñado para que una parte del mismo se dirija desde el Ministerio de Educación y otra parte por cada una de las consejerías en sus respectivas comunidades autónomas en un pretendido ejercicio de atención a la pluralidad de España. Pero el resultado, paradójicamente, es el contrario: la fragmentación del conocimiento, lo que el profesor Santiago López-Navia llama, parafraseando a Ortega y Gasset, «la España literariamente invertebrada».
Efectivamente, el diseño curricular actual y el que se implante con la LOMCE permiten que en comunidades con dos lenguas oficiales se estudien estas dos con sus respectivas literaturas; mientras, en las regiones donde solo se habla castellano como lengua materna, las literaturas en otras lenguas españolas —catalán, gallego y vascuence— apenas tienen un tema dedicado para su estudio. Además, se perjudica a los alumnos de estas regiones: mientras que los de Cataluña, Galicia, País Vasco o Comunidad Valenciana, por ejemplo, tienen acceso a la enseñanza de, al menos, tres lenguas —dos de ellas nacionales—, a los de comunidades con una sola lengua se los discrimina y se cercena su futura movilidad laboral dentro del propio territorio español, situándolos en desventaja frente a quienes se forman en comunidades plurilingües.
De este modo se oferta el estudio de una o dos lenguas extranjeras y, sin embargo, ninguna otra lengua española a los alumnos de comunidades donde solo se habla castellano. A los de comunidades con dos lenguas oficiales no se les da la oportunidad de aprender otra lengua española distinta de la de su región. Así, un alumno que estudie en la Comunidad de Madrid en un programa bilingüe —en inglés, claro— puede terminar su formación habiendo dedicado gran cantidad de horas al estudio de una lengua extranjera, incluso al estudio de parte del currículo en esa lengua extranjera y no tener ni la más mínima noción de catalán, gallego o vascuence, lenguas más próximas geográfica y culturalmente, hasta ahora.
Por otra parte, en las comunidades con otra lengua además del castellano se reduce el estudio de este con políticas de inmersión lingüística que tergiversan la realidad de sus hablantes. No sería muy improbable que en un futuro no muy lejano, cuando un andaluz, extremeño, castellano, canario o murciano, por ejemplo y un catalán, gallego o vasco se encuentren, tengan que hablarse en inglés para entenderse o cuando un catalán y un gallego, por ejemplo, quieran comunicarse no lo harán ni en catalán ni en gallego ni en castellano porque no compartirán ninguna de esas lenguas; tal vez se entiendan mejor en inglés o alemán, incluso en chino, al paso que llevamos...
Por otra parte, en las comunidades con otra lengua además del castellano se reduce el estudio de este con políticas de inmersión lingüística que tergiversan la realidad de sus hablantes. No sería muy improbable que en un futuro no muy lejano, cuando un andaluz, extremeño, castellano, canario o murciano, por ejemplo y un catalán, gallego o vasco se encuentren, tengan que hablarse en inglés para entenderse o cuando un catalán y un gallego, por ejemplo, quieran comunicarse no lo harán ni en catalán ni en gallego ni en castellano porque no compartirán ninguna de esas lenguas; tal vez se entiendan mejor en inglés o alemán, incluso en chino, al paso que llevamos...
¿No sería conveniente ofertar, al menos como asignaturas optativas o como actividades extraescolares, el estudio de alguna de las lenguas españolas que no son el castellano en las comunidades donde solo se habla este como lengua materna? Y en las regiones con otra lengua además del castellano, ¿por qué no fomentar el estudio de alguna otra lengua española? ¿No sería seguramente menos frustrante aprender catalán o gallego —más difícil es el vascuence— para un castellano parlante; o catalán para un gallego parlante o gallego a un hablante nativo de catalán? Con muchas menos horas de dedicación a estas lenguas se conseguirían avances mayores que en el estudio de otras lenguas como el inglés. Desde luego que sería un buen remedio contra los prejuicios, la ignorancia y el distanciamiento de quienes estamos tan cerca y una manera de ganar el respeto y conocimiento mutuo.
Que el Ministerio de Educación fomentase y se ocupase directamente del conocimiento y estudio de todas las lenguas españolas sería también un antídoto contra su uso como arma nacionalista o independentista.
Que el Ministerio de Educación fomentase y se ocupase directamente del conocimiento y estudio de todas las lenguas españolas sería también un antídoto contra su uso como arma nacionalista o independentista.
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