Ahora que ya llegamos al final del segundo trimestre del curso se hace necesaria una reflexión sobre lo que llevamos andado.
¿Estamos alcanzando los objetivos marcados al principio del curso?
¿Nuestros alumnos están mejorando sus habilidades lingüísticas?
¿Estamos disfrutando nosotros y ellos de la materia?
La respuesta a la primera pregunta es claramente no. Cuando comenzamos el curso —al que, por cierto, nos incorporamos ya tarde—, habíamos establecido unos objetivos amplios: mejorar las producciones orales y escritas de nuestros alumnos, hacer que se interesasen por la lengua y conseguir unas clases dinámicas y entretenidas. Casi nada... ¿Lo hemos conseguido? Como ya he dicho, no. ¿Por qué? Por varios motivos: las limitaciones que las instalaciones nos han impuesto (ausencia de herramientas TIC hasta hace unas semanas), las imposiciones del currículo, las carencias de los alumnos y nuestra impericia para conseguir salvar estos obstáculos.
En cuanto a la segunda cuestión, creo que en un principio los alumnos mostraron a partes iguales sorpresa por la orientación de las clases y un avance rápido en algunas destrezas. Sin embargo, según el curso ha ido avanzando, hemos notado un sensible estancamiento y una cierta desorientación de la que somos, sin duda responsables.
Por lo que respecta a la última cuestión, podemos decir sin temor que no, que la asignatura no está motivando ni a nuestros alumnos ni a nosotros. De esto somos culpables por no haber sabido despertar la curiosidad y el interés en ellos.
Así pues, llegados a este punto, es imprescindible un cambio de rumbo que se tiene que basar en una vuelta a nuestros planteamientos iniciales: dejarnos llevar más por nuestras motivaciones y nuestras intenciones iniciales y menos por el currículo y el nefasto libro de texto; reconducir la programación de las clases con actividades más prácticas y amenas; fomentar la reflexión sobre el funcionamiento de la lengua y sobre el propio uso que de ella hacen los alumnos.
Creo que aún estamos para corregir nuestros errores de planteamiento, de actitud y de metodología. Y pienso que tenemos por delante aún un apasionante tercer trimestre.
¿Estamos alcanzando los objetivos marcados al principio del curso?
¿Nuestros alumnos están mejorando sus habilidades lingüísticas?
¿Estamos disfrutando nosotros y ellos de la materia?
La respuesta a la primera pregunta es claramente no. Cuando comenzamos el curso —al que, por cierto, nos incorporamos ya tarde—, habíamos establecido unos objetivos amplios: mejorar las producciones orales y escritas de nuestros alumnos, hacer que se interesasen por la lengua y conseguir unas clases dinámicas y entretenidas. Casi nada... ¿Lo hemos conseguido? Como ya he dicho, no. ¿Por qué? Por varios motivos: las limitaciones que las instalaciones nos han impuesto (ausencia de herramientas TIC hasta hace unas semanas), las imposiciones del currículo, las carencias de los alumnos y nuestra impericia para conseguir salvar estos obstáculos.
En cuanto a la segunda cuestión, creo que en un principio los alumnos mostraron a partes iguales sorpresa por la orientación de las clases y un avance rápido en algunas destrezas. Sin embargo, según el curso ha ido avanzando, hemos notado un sensible estancamiento y una cierta desorientación de la que somos, sin duda responsables.
Por lo que respecta a la última cuestión, podemos decir sin temor que no, que la asignatura no está motivando ni a nuestros alumnos ni a nosotros. De esto somos culpables por no haber sabido despertar la curiosidad y el interés en ellos.
Así pues, llegados a este punto, es imprescindible un cambio de rumbo que se tiene que basar en una vuelta a nuestros planteamientos iniciales: dejarnos llevar más por nuestras motivaciones y nuestras intenciones iniciales y menos por el currículo y el nefasto libro de texto; reconducir la programación de las clases con actividades más prácticas y amenas; fomentar la reflexión sobre el funcionamiento de la lengua y sobre el propio uso que de ella hacen los alumnos.
Creo que aún estamos para corregir nuestros errores de planteamiento, de actitud y de metodología. Y pienso que tenemos por delante aún un apasionante tercer trimestre.
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