Dentro de los estudios del Máster en Formación del Profesorado de Secundaria de la UNIR una de las asignaturas se dedica a la tutoría. Es esta una de las labores más importantes que todo profesor tiene encomendada en su tarea docente, donde la relación con los padres es de gran relevancia para el seguimiento del rendimiento del alumno. Para que la tutoría pueda ser eficaz, esta comunicación entre escuela y familia debe ser fluida y basarse en la colaboración y el entendimiento mutuos. Sobre la calidad de dicha relación discutimos en el foro de la asignatura Orientación Familiar y Tutoría, impartida por el profesor Fernando Carbajo López.
Mi percepción —porque es una percepción, una opinión que no baso en datos objetivos y generales sino en la observación de la realidad más cercana— es que si bien la relación entre padres y escuela ha cambiado y difiere de la de antaño no es peor ni mejor que antes, es diferente. Las familias, en general, se involucran más en la educación de sus hijos y en la vida escolar, aunque a veces sea a costa de exceder los límites de lo que debería ser su intervención.
Imagen tomada de https://www.facebook.com/pages/Originalmente-Creativo/119684938119019 |
Efectivamente, como apuntaron algunos compañeros en sus aportaciones al foro de la asignatura, hoy los profesores han perdido parte de la autoridad que antes les era reconocida y eso influye en la calidad de su relación con las familias. Se cuestiona más la labor docente, en demasiadas ocasiones sin motivos objetivos para ello y habitualmente por un erróneo sentido del deber paterno de protección de los padres hacia sus hijos —sobreprotección escribió una compañera—.
¿Por qué ocurre esto? Me atrevería a decir que este cuestionamiento del trabajo del profesor tiene su origen en el hecho de entender la educación como una labor mercantil, un servicio como otro cualquiera sujeto a las leyes del comercio, donde la escuela es el proveedor y la familia el cliente. La asunción de una mentalidad comercial y mercantilista en la relación escuela-familia conlleva el que esta se arrogue el derecho de reclamar de la misma manera como lo haría ante cualquier otro proveedor cuando el servicio recibido no es el que ella espera. Otra posible explicación es que antes las relaciones escuela-familia eran menos conflictivas porque los padres, por lo general, no se sentían con la capacidad de interpelar a un profesor, pues el nivel académico y el reconocimiento social de la mayoría de aquellos era siempre inferior al de los maestros. Con el feliz acceso de más amplias capas de población a más educación las nuevas generaciones se sienten con la autoridad para discutir en igualdad de condiciones a los docentes en todo cuanto atañe a la tarea de estos.
¿Por qué ocurre esto? Me atrevería a decir que este cuestionamiento del trabajo del profesor tiene su origen en el hecho de entender la educación como una labor mercantil, un servicio como otro cualquiera sujeto a las leyes del comercio, donde la escuela es el proveedor y la familia el cliente. La asunción de una mentalidad comercial y mercantilista en la relación escuela-familia conlleva el que esta se arrogue el derecho de reclamar de la misma manera como lo haría ante cualquier otro proveedor cuando el servicio recibido no es el que ella espera. Otra posible explicación es que antes las relaciones escuela-familia eran menos conflictivas porque los padres, por lo general, no se sentían con la capacidad de interpelar a un profesor, pues el nivel académico y el reconocimiento social de la mayoría de aquellos era siempre inferior al de los maestros. Con el feliz acceso de más amplias capas de población a más educación las nuevas generaciones se sienten con la autoridad para discutir en igualdad de condiciones a los docentes en todo cuanto atañe a la tarea de estos.
En cualquier caso, creo que hoy existe más implicación de las familias y más seguimiento de todo cuanto atañe a la educación de sus hijos, lo que inherentemente conduce a una mayor conflictividad. El principal obstáculo para la correcta relación entre ambos agentes es que no se respetan los campos de actuación de cada uno de ellos.
Así pues, lo fundamental es la delimitación clara de cuáles son los papeles de cada uno en la labor educativa y respetar los ámbitos de cada parte. Que la familia pueda y deba, por derecho, participar en la vida escolar no quiere decir que lo haga en todos los ámbitos de igual manera. Si delega parte de su función educativa en la escuela debe ser con la condición de respetar el trabajo de esta; estar vigilante sí, pero no tutelar su acción.
Comentarios
Creo que el problema radica en la mala formación de los docentes. Espero que las nuevas hornadas sean más comprometidas y consigan ser un ejemplo para las viejas glorias"
Gracias por tu comentario, Roberta.