Nuestra capacidad para el lenguaje es innata pero no así nuestro conocimiento sobre cómo funciona. A este solo accedemos por el estudio y, en numerosas ocasiones, el saber intuitivo que como hablantes de una lengua tenemos choca con el que adquirimos fruto del estudio y la reflexión. La intuición y la persistencia de conceptos equivocados estorban el aprendizaje de algunos fenómenos lingüísticos a nuestros alumnos.
Se podría pensar que el hecho de que la capacidad para el lenguaje sea una dotación biológica jugaría a favor del estudio y la comprensión de la gramática, pero, evidentemente, esto no tiene por qué ser así y, de hecho, no lo es. Una cosa es saber andar porque tenemos la capacidad para ello y nos han enseñado a hacerlo, y otra es conocer por qué somos capaces de ello y cómo lo logramos. Caminar y Anatomía son distintas cosas. Lo mismo sucede con hablar y Gramática. Que seamos capaces de hablar no nos garantiza saber cómo lo hacemos ni cómo funciona el lenguaje. No descubro nada con esto.
Pues resulta que ese hecho, en lugar de favorecer el aprendizaje, puede ser causa de dificultades en el mismo. Nuestro conocimiento intuitivo como hablantes nos juega malas pasadas cuando entra en conflicto con el estudio del lenguaje. Un ejemplo, que ahora que enseño Lengua, me resulta paradigmático de esto que vengo hablando es el error que los alumnos continuamente cometen al intentar reconocer el sujeto de verbos del tipo gustar, emocionar, fascinar, encantar, etc. en oraciones como Me gusta el chocolate. Trabajo con estudiantes suspensos en Lengua, necesitados de refuerzo, y todos —desde los de primer ciclo de la ESO hasta los de Bachillerato—, la primera vez que se enfrentan a una oración de este tipo, señalan que el sujeto «soy yo…, o sea, me, a mí… yo soy al que le gusta el chocolate».
Efectivamente, su intuición como hablantes les dice que el experimentador de la acción del verbo es esa primera persona me. Pero cometen el error de confundir el papel semántico de experimentador con el sintáctico de sujeto. Algunos ni siquiera conciben que me sea el experimentador sino el agente de la acción, pues recuerdan de sus primeros encuentros con la noción de sujeto que les dijeron que este era «el que realiza la acción del verbo». Entonces ya tenemos el cóctel perfecto: intuición equivocada y nociones aprendidas erróneas. Es cuando llega el momento de enseñarles que el sujeto de un verbo es aquella parte de la oración que concuerda obligatoriamente con él y no otra cosa y, si queremos profundizar, mostrarles que papeles semánticos y funciones sintácticas no tienen por qué coincidir en la misma forma. Y es cuando llega también el momento de decirles que aquello que un día les contaron de que el sujeto es el que realiza la acción del verbo no era cierto.
Entonces es cuando desconfían por primera vez de la gramática y comienzan a pensar que cada profesor de Lengua enseña cosas distintas de manera distinta. Es en ese momento cuando el profesor de Lengua tiene que empezar desde el principio una vez más.
Efectivamente, su intuición como hablantes les dice que el experimentador de la acción del verbo es esa primera persona me. Pero cometen el error de confundir el papel semántico de experimentador con el sintáctico de sujeto. Algunos ni siquiera conciben que me sea el experimentador sino el agente de la acción, pues recuerdan de sus primeros encuentros con la noción de sujeto que les dijeron que este era «el que realiza la acción del verbo». Entonces ya tenemos el cóctel perfecto: intuición equivocada y nociones aprendidas erróneas. Es cuando llega el momento de enseñarles que el sujeto de un verbo es aquella parte de la oración que concuerda obligatoriamente con él y no otra cosa y, si queremos profundizar, mostrarles que papeles semánticos y funciones sintácticas no tienen por qué coincidir en la misma forma. Y es cuando llega también el momento de decirles que aquello que un día les contaron de que el sujeto es el que realiza la acción del verbo no era cierto.
Entonces es cuando desconfían por primera vez de la gramática y comienzan a pensar que cada profesor de Lengua enseña cosas distintas de manera distinta. Es en ese momento cuando el profesor de Lengua tiene que empezar desde el principio una vez más.
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