En una anterior entrada de este blog hablaba de la extraña dualidad del profesor de Lengua y Literatura, quien tiene que aunar en su persona aptitudes y actitudes de científico y de artista. Una de las labores que se esperan de un profesor de literatura —que no se deberían exigir solo a él y en la que debería involucrarse todo el claustro— es precisamente que sea capaz de fomentar el gusto por esta. Este fue tema de uno de los foros de este máster: cómo conseguir de nuestros alumnos que se interesen por la lectura, que se convierta en un hábito en ellos y que la disfruten.



Creo que ese es un tipo de literatura que a los alumnos del primer ciclo de Secundaria les puede gustar, además de la lectura de fragmentos de obras escogidas. Cada persona es un mundo, cada uno tiene sus gustos y preferencias, pero creo que la atracción por la aventura, lo desconocido y la fantasía es algo que a los más jóvenes gusta por igual. Hoy yo mismo no me considero un gran lector en cantidad —ni me preocupa lo más mínimo serlo—, tengo muchas lagunas y hay muchas obras que no he leído, y no por ello me considero mal lector porque creo que sí tengo espíritu crítico y las suficientes herramientas para saber escoger y reconocer dónde hay valor en una obra literaria.
Este pienso que es el objetivo hacia el que se debe encaminar nuestra labor en la enseñanza de literatura.
Este pienso que es el objetivo hacia el que se debe encaminar nuestra labor en la enseñanza de literatura.
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