Los compañeros de máster en su mensajes en el foro de la UNIR enumeraron muy bien algunas de las variables que hay que tener en cuenta a la hora de valorar la influencia de las TIC en las aulas. Entre ellas la económica, la cual incluyo en un concepto más amplio y que denomino triple brecha digital. Dentro de esta identifico dos brechas interpersonales, la generacional —producto del desequilibrio en el conocimiento y uso de las TIC entre padres-hijos o profesores-alumnos— y la económica; y una brecha intrapersonal, a la que algunos autores se refieren como la diglosia tecnológica —la competencia del alumno en el uso lúdico pero no en el cultural o educativo de las TIC—. Luchar para que esta triple brecha y las consecuencias negativas que de ella se deriven no se manifieste es parte de la tarea del sistema educativo.
Centrándonos en la brecha económica, esta puede determinarse por la influencia que el entorno socioeconómico ejerza en el acceso y uso de las TIC —entiendo que, por poner un ejemplo extremo, colegios privados donde sus clientes sean de clases privilegiadas tendrán acceso más fácil a cualquier novedad y a los mejores soportes y medios que los alumnos de un colegio público situado en una zona degradada y castigada por la desocupación—. Es decir, que el acceso y uso de las TIC podría ser motivo de desigualdad de oportunidades, con lo que estaríamos desatendiendo uno de los pilares de la educación que pretendemos: que sea para todos en igualdad de condiciones. Indudablemente los equipos informáticos, los dispositivos móviles, etc. han disminuido su precio en los últimos años permitiendo que su adquisición no sea un lujo inalcanzable —lo que, por otra parte, ha sido una de las condiciones necesarias para su expansión, y sin la que no habría sido posible su universalización—.
Creo que esta debería ser la tendencia en el futuro: el abaratamiento y la mayor accesibilidad de estos productos. Un hardware asequible por sus precios y un software que sea gratuito en la gran mayoría de las aplicaciones más unas tarifas de acceso a internet relativamente económicas no deberían ser obstáculos para el acceso de cualquier familia a las TIC. A ello habrá que sumarle el hecho de la toma de conciencia de que estos son gastos fijos que junto a otros gastos corrientes forman parte ya de nuestra vida. En cuanto a las escuelas, para evitar la posible brecha digital económica, el Estado debería establecer las medidas oportunas —financiación, becas, etc.— para compensar las diferencias y garantizar el acceso universal a unos medios y contenidos mínimos.
Pero este no parece que sea el camino por el que quienes gobiernan actualmente —no me refiero solo a España— quieran transitar.
Pero este no parece que sea el camino por el que quienes gobiernan actualmente —no me refiero solo a España— quieran transitar.
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