El profesor Álvaro Rosa, que imparte la asignatura Metodología de la Especialidad de Lengua y Literatura en el Máster de Formación del Profesorado de Secundaria de la UNIR, ofrece en una entrada en el blog del máster valiosas reflexiones sobre el valor de la lectura, su importancia en la formación de los jóvenes y algunas medidas para su fomento y disfrute en casa y en clase.
En el foro de alumnos debatimos sobre qué lugar debe ocupar la lectura de los clásicos en esta etapa educativa. Se argumentaron razones a favor y en contra de su inclusión en las programaciones didácticas. Unos se muestran a favor por su valor literario, cultural y educativo; otros lo hacen en contra, argumentando, entre otros motivos, que estas obras están alejadas de los problemas, las inquietudes y el lenguaje de nuestros jóvenes estudiantes.
La lectura de los clásicos literarios no se puede obviar en la enseñanza secundaria, pues estos forman parte de la historia literaria y cultural y sobre su impronta se edifica la literatura posterior. Los alumnos de esta etapa tienen que ser conscientes de que las historias que hoy leen están ancladas en una tradición que no pueden ignorar; que la cultura es una construcción de las sociedades, con sus mitos, sus historias, sus valores, sus modelos, etc., en cuya transmisión las grandes obras de la literatura participan de manera relevante. ¿Cómo entender mejor El señor de los Anillos sin explicar la influencia del Ciclo Artúrico y de la épica medieval, por ejemplo?
¿No hay en la saga Crepúsculo elementos de la literatura romántica y gótica del xix? ¿Los juegos del hambre no se entienden mejor si se conocen las antiutopías ¿Un mundo feliz? o 1984?
Es un error establecer la dicotomía clásicos-actuales. Encontrar el equilibrio entre unos y otros es lo idóneo. No pienso que los primeros haya que leerlos porque sean más importantes que los otros —aunque ciertamente, los clásicos vienen avalados por una tradición y toda una influencia sobre la cultura posterior que los segundos tienen que ganarse— ni que estos haya que incluirlos en nuestra programación porque a priori estén más cercanos a las inquietudes de nuestros adolescentes. Tan solo hay que escoger cuidadosamente y acercar los clásicos literarios a su entorno.
¿No podemos leer el capítulo del Lazarillo donde el ciego come más uvas que Lázaro a pesar de lo acordado y este calla porque también engaña al ciego haciendo referencia a cómo hoy en los casos del expolio a las cajas de ahorro unos callan conscientes del mal hecho por los otros porque ellos también hacían lo mismo? Quiero decir con esto que no es necesario solamente leer obras actuales para que los alumnos sientan que lo que cuentan los libros les incumbe mientras que los libros antiguos cuentan historias antiguas que ya no sirven para entender su mundo. Lo que nunca podemos pretender es que comprendan y valoren por sí solos obras evidentemente difíciles y que no fueron concebidas para un público adolescente, ni aburrirles con textos que a nosotros mismos nos parecen tediosos.
Una solución que se propone para el acercamiento a las obras clásicas de la literatura es la lectura de adaptaciones. Sobre si es conveniente acercarlos a estas versiones no tengo una opinión formada, pero opino que hay suficiente literatura atractiva en sí misma como para no tener que acudir a recreaciones hechas para los jóvenes; ahora bien, si tenemos que elegir entre dejar de lado una obra clásica por su dificultad y negarles a los alumnos la posibilidad de conocerla o hacer una lectura de una adaptación de calidad de un clásico de la literatura, escojo la segunda opción: ¿le negaríamos a nuestros alumnos el disfrute de las aventuras de Odiseo en su regreso a Ítaca?
Comentarios
Desde mi experiencia docente, lo más fructífero sería entender el centro educativo como un taller de lectura... pues solamente leyendo se aprende a escribir. Y sí, a mí también me fastidia ver que a los clásicos solo se llega en 1º de Bachillerato...y que en la ESO se dedican a leer libros de literatura juvenil moderna ( "La tuneladora" de Fernando Lalana, o "El asesinato de la profesora de lengua" de Sierra i Fabra, por poner un ejemplo) pero sin chicha ni limoná. Bueno, pues es lo que hay...en la mano del docente está descubrir a estos chavales que hay "otras cosas", asesorando, facilitando información sobre temáticas, autores o argumentos, pero siempre dejando sean los alumnos los que tomen la última decisión...
Conocer y entender la literatura (y la ciencia, el arte, etc.) de un periodo nos ayuda a comprender la Historia y conocer esta es conocernos y entendernos nosotros mejor. ¿Cómo saber un poco mejor quiénes somos y el por qué de las cosas si desconocemos de dónde venimos?
Otra cosa es que a veces los alumnos tengan demasiado trabajo: los profesores debemos coordinarnos mejor para distribuir equitativamente las tareas.
Gracias por tu comentario, Walkiria.
El centro educativo como taller de lectura necesita la implicación de todos los departamentos. La lectura no es solo tarea del departamento de lengua. Se debe leer en todas las asignaturas. Se puede fomentar desde cualquier departamento. Por ejemplo, en Matemáticas se pueden leer textos divulgativos, en Ciencias, en Historia, por supuesto. Leer no solo literatura sino ensayo, reportaje, biografía, etc.
Úrsula