La enseñanza de la lengua y la literatura en la ESO (IV). Pautas generales para el fomento de la lectura en la ESO
Ya hemos aportado en anteriores entradas de esta bitácora algunas opiniones sobre cómo fomentar la lectura en nuestros alumnos de ESO, centrándonos en cuáles pueden ser las primeras lecturas de la adolescencia y qué importancia dar a la lectura de los clásicos. Como recapitulación, reordenación y resumen exponemos aquí
algunas ideas al respecto (1).
La labor de fomento de la lectura no puede limitarse a un periodo concreto. Debe ser una tarea permanente durante toda la escolarización, adaptada a cada edad con sus
necesidades y contenidos. Este trabajo debe continuar fuera de los centros escolares por
parte de las administraciones, apoyado en los centros culturales, bibliotecas
de barrio, campañas de animación y en la familia como primer entorno para su desarrollo, por supuesto.
Debemos hacer
entender a nuestros alumnos que la lectura es un medio para ser mejores
personas: más sabios, más críticos, más libres. Y que, además de útil y
necesaria, puede ser divertida, se puede disfrutar de ella. Hay un tiempo y un
motivo para cada lectura: unas veces será por placer, divertimento o evasión;
otras, por estudio; otras, para informarse; pero siempre después de su práctica
algo en ellos habrá cambiado.
En la educación secundaria
debemos distinguir entre la lectura como destreza y competencia básica
para la comprensión de las materias —realizaremos tareas en clase de lengua
destinadas a su aprendizaje: leer compresivamente, detectar las
ideas principales y secundarias, sintetizar, resumir, etc.— y, por otra parte,
la lectura estética —valorar las obras literarias y el lenguaje literario en su
especificidad—.
En la primera labor
debe involucrarse todo el claustro, el centro debe tener unos objetivos claros
y comunes a todas las materias en el fomento de la lectura. Por ejemplo, los
profesores de matemáticas o física deben practicar en clase la lectura de obras
de divulgación, biografías de personajes importantes en sus materias, etc.
Para la lectura
estética debemos elegir obras acordes a la edad y madurez de nuestros
alumnos: la literatura juvenil; las obras clásicas de Stevenson, Julio Verne,
Salgari, etc.; intentaremos huir de los best
seller del tipo Harry Potter, Los
juegos del hambre...; debemos fomentar el buen gusto y el espíritu
crítico. El conocimiento de las obras clásicas de la literatura española es innegociable, pero podemos hacerlo más atractivo recurriendo a medios
audiovisuales y a la lectura de fragmentos cuando las obras sean complicadas;
proponer lecturas que estén relacionadas con cuanto afecta a los
adolescentes y acercarles a su mundo las que aparentemente no lo estén;
acercarnos a otros formatos tales como el cómic, el libro digital, las nuevas
formas de lectura; podemos crear un club de lectura, donde proponer obras para después comentar y
compartir. Todas estas actividades pueden girar en torno a la biblioteca del
centro educativo, que debemos hacer atractiva para los alumnos, que sea un lugar donde
les guste ir, porque allí van a encontrar algo que les apetece disfrutar.
Para la lectura
como medio de obtención de información podemos recurrir a periódicos, contrastando diferentes puntos de vista sobre una misma noticia o asunto;
debemos enseñarles a distinguir un artículo informativo de uno de opinión;
folletos publicitarios, documentos oficiales, instancias, deben formar parte
también de las lecturas en clase pues forman parte de los textos de la vida para la que se están
formando.
En definitiva,
debemos conseguir que los adolescentes valoren la lectura —y, dentro de esta, la
literatura específicamente, con sus particularidades estilísticas, lingüísticas
y comunicativas— como un medio para conocer y comprender el mundo y manejarse en él —el que ha
sido, el que es y el que venga—. Es una labor que no podemos
hacer solos, sino que debe involucrar a toda la comunidad educativa, aunque
como especialistas en lenguaje y literatura recaiga sobre nosotros la mayor
responsabilidad en conseguir lectores críticos, con buen gusto y competentes.
(1) El texto de esta entrada está adaptado de un ejercicio para la asignatura Metodología de Lengua y Literatura del Máster de Formación del Profesorado de la UNIR basado en la lectura que se refiere en la bibliografía.
BIBLIOGRAFÍA:
MARINA, J. A. y DE LA VÁLGOMA, M. «Tareas para los
profesores de Secundaria». La magia de
leer (páginas 141–159). Plaza y Janés. Barcelona. 2005.
Comentarios
1. Dar ejemplo
Los adultos somos un modelo de lectura para niños y adolescentes, que vean que disfrutamos leyendo.
2. Escuchar
En las preguntas de nuestros alumnos e hijos está el camino para seguir aprendiendo, nos harán
recurrir a libros y fuentes de información que no conocíamos para resolver sus dudas.
3. Compartir
El placer de la lectura se contagia: leamos, contemos y compartamos con ellos.
4. Proponer, no imponer
Siempre es mejor sugerir que imponer. Evitemos tratar la lectura como una obligación.
5. Acompañar
Saber leer bien no es algo sencillo, aunque lo parezca: es una habilidad tan complicada como saber jugar
al tenis o aprender a tocar el piano. Hay que estar pendientes de cómo lo hacen.
6. Ser constantes
Transmitirles la idea de lo importante que es el reservar un tiempo para leer todos los días un poquito y de
manera relajada.
7. Respetar
Estemos pendientes de sus gustos y de cómo evolucionan.
8. Pedir consejo
El centro educativo, las bibliotecas y las librerías serán siempre nuestros aliados
9. Estimular, alentar
Cualquier situación puede proporcionarnos motivos para que lleguen a los libros, aprovechémoslos. Hasta
libro que llevas en la mano porque estás leyéndolo puede llamarles la atención.
10. Organizarse
La desorganización puede estar reñida con la lectura. Ayudémosles a organizarse: su tiempo, su
pequeña biblioteca, etc.